"Ahí Vamos": el amor en carne viva de Gustavo Cerati
Aunque Amor Amarillo suele llevar el estandarte de ser el álbum más romántico de Gustavo Cerati, por haber sido compuesto durante su etapa más doméstica, cercana al nacimiento de su hijo Benito y al amor con Cecilia Amenábar, es en Ahí Vamos donde el romanticismo alcanza su expresión más descarnada, madura y potente. Lejos del ensueño del amor joven y esperanzado, Ahí Vamos retrata un amor atravesado por la pérdida, la desesperación, la pasión arrebatadora y la necesidad vital de reconstruirse a través del otro. El disco es un grito romántico, pero también una súplica, una redención, y a veces, un golpe seco al pecho.
Un amor desde la herida
En Ahí Vamos, el amor no es un paraíso doméstico. Es fuego, es ruina y es resurrección. Cerati venía del cierre definitivo de Soda Stereo, del silencio creativo, del duelo amoroso y del peso de la madurez. En ese sentido, las letras de Ahí Vamos tienen una carga emocional mucho más densa que las de Amor Amarillo.
Canciones como "Crimen", "Adiós", "Lago en el cielo" o "Bomba de tiempo" abordan el amor desde la ausencia, la imposibilidad, el dolor que deja la persona que ya no está. Cerati canta desde el abismo, y es precisamente en ese abismo donde su romanticismo se vuelve más humano. En “Adiós” dice: “Poder decir adiós es crecer” —no como consuelo, sino como resignación desgarradora—. Y en “Crimen”, el amor se transforma en una falta, un delito emocional imposible de redimir.
Romanticismo en clave eléctrica
A diferencia del sonido más etéreo y cálido de Amor Amarillo, Ahí Vamos apuesta por una sonoridad cruda, guitarrera y directa. El rock aquí no es solo una elección estética, sino un vehículo emocional. La electricidad amplifica el sentimiento. Donde Amor Amarillo es un susurro, Ahí Vamos es un alarido. Las guitarras distorsionadas no ocultan el romanticismo, lo potencian: muestran la pasión en su forma más física y urgente.
En “Lago en el cielo”, Cerati canta: “Vamos despacio para encontrarnos / el tiempo es arena en mis manos”. Es una súplica por la intimidad como proceso, no como resultado. Hay una mezcla de vulnerabilidad y deseo: quiere borrar un pasado doloroso (“para olvidar lo que hiciste”), pero no desde la rabia, sino desde la entrega emocional. “Sos el paisaje más soñado” —dice—, elevando a la persona amada a un plano casi mítico. El romanticismo aquí es emocionalmente complejo: no idealiza, pero tampoco renuncia.
En “Otra piel”, el amor aparece como lenguaje. Cerati escribe una de sus letras más sensuales e introspectivas: “Si el lenguaje es otra piel, toquémonos más, con mensajes de deseo”. El contacto es comunicación. Hay una dimensión erótica, sí, pero también poética y profunda: el cuerpo habla donde las palabras fallan. Más aún, declara: “Recordarte es un hermoso lugar”, y con ello el amor se vuelve memoria, refugio emocional incluso en la ausencia. Esta canción condensa un romanticismo de altísima sutileza: habla del amor que persiste en los gestos, en el lenguaje, en la evocación.
Madurez emocional frente a idealismo juvenil
Amor Amarillo es una carta de amor al hogar, a la paternidad, a los primeros años de una relación sólida. Es tierno, sí, pero también ingenuo. El amor en Ahí Vamos, en cambio, ha sido probado, roto y vuelto a armar. La experiencia lo vuelve más real, más complejo. Es un romanticismo que ya no se basa en la promesa, sino en la pérdida, la memoria, la aceptación y el deseo persistente.
En este álbum, el amor no es un espacio seguro, sino una lucha por no perder del todo el vínculo con lo amado. Es un romanticismo sin garantías, pero lleno de deseo. Y eso lo hace más humano.
Si el romanticismo es la exaltación del sentimiento por encima de la razón, Ahí Vamos es el testimonio más poderoso de ese ideal en la obra de Cerati. Porque allí el amor no se presenta como un refugio, sino como una fuerza que quema, desgarra y a veces salva. Frente a la dulzura solar de Amor Amarillo, Ahí Vamos ofrece una visión más sombría, pero también más honesta y apasionada del amor.
Por eso, Ahí Vamos no solo es un gran disco de rock, sino un tratado romántico en su forma más intensa y humana. Un amor que no se idealiza, sino que se vive con todo el peso de su belleza y su destrucción.